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Y gané el concurso de solteros con recursos

Dices que no quieres más. Te ha preguntado tu abuela si querías repetir, el cucharón ya avanza hacia tu plato, y dices que no, de verdad, estaba muy rico pero no, gracias. No es que no te apetezca; lo haces por quedar bien, por no ser un glotón, por el qué dirán, porque ya has comido lo que te tocaba equitativamente y tampoco hay que pasarse. Al final te quedas con hambre. Llegas a casa y te zampas lo primero que veas en la nevera.


El otro día te hablaba de mi cuaderno de visualización. En él, voy anotando las sensaciones que quiero experimentar. Las cazo al vuelo y las anoto. Cosas sencillas: una mano por el hombro, un susurro erótico, ver a un desconocido leyendo mi libro. Pues lo curioso es que cuando han empezado a materializarse algunas de ellas, no recordaba haberlas anotado siquiera. Me ocurrían cosas y me parecían insuficientes. "Quiero más", dije, protesté, exigí. Y entonces, de casualidad, consulté el cuaderno y me di cuenta de que estaba ya todo allí. Quise que me cogieran la mano en el cine y me la dieron. Quise que cocinasen para mí y cocinaron. Era lo que había pedido, ¿por qué me quejaba?

Pronto entendí el problema. No había pedido suficiente. Como a mi abuela, le había dicho al cuaderno: "no, de verdad, estaba muy rico pero no, gracias". Y ahora tenía hambre. Anotaciones tímidas que daban sus frutos tímidos. Pero en el fondo yo quería repetir, quería postre. ¿Por qué no lo anoté? Porque no sabía que lo quería: ésa fue mi primera intuición. Luego tuve que ser sincero conmigo mismo. No, saberlo lo sabía, pero no creía que merecerlo. Me aterraba quererlo, incluso. Los cambios, otra vez. Y ahora estaba entre dos aguas, entre lo que había pedido y lo que desearía haber pedido. "Pues apechuga", me dije.


Cuando crees que no lo mereces, apuntas bajo. Eres modesto. Cauto. Esperas a que alguien te dé permiso, pero lo que no sabes todavía es que nadie te lo dará jamás. Solo tú puedes dártelo. Muchas veces no es fácil reconocerse a uno mismo lo que de verdad quieres, pero para eso el cuerpo es sabio y te va guiando. Escalofrío a escalofrío, mariposa a mariposa. Afinas la frecuencia y te vas acercando. Por eso, tienes que atreverte, callar al yo racional, pedir más, a lo grande, para que llegue eso grande que mereces, que sabes que mereces. Y llegará.

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4 comentarios:

Anónimo dijo...

A mi me pasa lo contrario. No soy correcto, no soy cauto, siempre quiero mas de todo, insaciable de la vida, de las personas, de los libros, de la musica, de las aficiones, de internet, del mundo de loco en el que vivimos, de las personas, de viajar....

Porque querer es poder, y es avanzar, cambiar o quedarse, tener retos para seguir adelante y no caer en la monotonia y en el conformismo.

Alex Pler dijo...

Desde luego, así es como se consiguen las cosas, actuando. Más, por favor :)

Anónimo dijo...

Me considero de las que se conforman con poco y no suelen pedir más... Sin embargo, un par de días antes de tu post, escribí este: http://rhalonso.wordpress.com/2012/04/24/mas/
¡¿Casualidad?! :)

Alex Pler dijo...

Las casualidades no existen, o como mínimo yo no creo en ellas ;)

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