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Mudanza

Me doy cuenta de que con las prisas no avisé. El blog Sombras de neón continúa adelante pero en una nueva casa: www.alexpler.com, mi web personal. Ahí seguiré hablando de cine, de canciones que alegran el día, de los libros que me inspiran, de grandes aprendizajes en las cosas más insignificantes de la vida. Después de 5 años, tocaba un cambio. Sentía que era la hora de tomarme mis cosas más en serio. Así pues, os espero. ¡Gracias!


PD: ¡Acordaros de actualizar marcadores y otros enlaces!

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If you could read my mind

No comparten sus problemas, los japoneses. Los consideran una especie de enfermedad contagiosa. Al menos, eso me contaron hace unos días. Yo no creo que sea bueno guardarse ciertas cosas para uno mismo, pues se corre el riesgo de estallar, pero sí comprendo el punto de partida.


Y es que a menudo, de tanto compartir dudas, estas crecen, se multiplican. Esperabas el consejo perfecto y solo cavaste una zanja más honda en la que perderte. Causando además preocupación en los demás, preocupación innecesaria si finalmente la tormenta pasa de largo. ¿Sería mejor colocarnos la máscara del "todo va bien" hasta que, de una manera u otra, podamos prescindir de ella?

Recuerdo que hace varios años un amigo estuvo en el hospital pero yo solo me enteré cuando le dieron el alta. Yo y casi todos: la familia y los amigos más íntimos no quisieron angustiar a nadie mientras no hubiera nada seguro. Y aunque mi reacción inicial al descubrirlo fue el enfado, enseguida comprendí que habían hecho bien. Nos habían ahorrado días de incertidumbre y tensa espera.

De paso, me di cuenta de que alguien podría desaparecer de tu vida de un día para otro sin que nunca llegaras a saber cómo ni por qué, y de eso tan triste nació algo bueno: el germen de mi primera novela. En las salas de espera esperando un diagnóstico, no sé si habría nacido alguna. Sería muy distinta, en todo caso. Así que sí: entiendo que en ocasiones el silencio pueda ser el mejor consejero.

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Al filo del mañana

"Centrar el objetivo y disparar. Centrar el objetivo y disparar...", repetía Shinji en Evangelion. Era su entrenamiento. Repetir. Repetir tantas veces que gestos sencillos como centrar o disparar perdían todo significado y emoción. ¿Quién le iba a decir que el aburrimiento fuera la única manera de alcanzar la soltura necesaria?


¿Quién se lo iba a decir también a William Cage, protagonista de Al filo del mañana? Pero tampoco es que le quede otra salida: cada vez que muere en la batalla, reinicia su día, su entrenamiento, su desesperada búsqueda de mejorar y esta vez sí, triunfar. Rebobina como en Atrapado en el tiempo, pero esta vez no está en juego el amor sino la vida.

Cuando a la ciencia-ficción se le añade emoción, algo grande sucede en la pantalla. Cuando se aleja de todos los tópicos, de los diálogos a base de chascharrillos, de las banderas estadounidenses. Cuando importa el mensaje tanto o más que los efectos especiales. Cuando después de muchos errores, por fin se hacen las cosas bien, como aquí.


Pruebas y pruebas y vuelves a probar y siempre fallas, parece inútil, pero sigues intentándolo, no porque estés condenado a hacerlo sino porque a pesar de todo, estás convencido de dar pasos en la dirección correcta. Con cada repetición, avanzas un poco. El sol va saliendo en el horizonte, aunque sea despacio. Y algún día, al "mañana" podrás llamarlo "hoy". Lo disfrutarás como la mejor de las recompensas.

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10.000 km

"¿Dónde irás si nunca vuelves?", se preguntaban Pastora en la canción 1.000 kilómetros. Los Ángeles está aún más lejos y esos 10.000 km que la separan de Barcelona dan título a una película acerca de la distancia. No solo la distancia física sino sobre todo la emocional, mucho más peligrosa. Esta es insalvable.


Cuando hay pequeñas tradiciones de pareja, no cuesta crear puntos en común. Trincheras donde acomodarse entre las sábanas, puentes de madera. Nexos inestables que la primera borrasca se llevará por delante. El paisaje cambia y entonces, frente a la ventana o la pantalla del ordenador, es cuando te das cuenta de que no hay vuelta atrás. Todos los defectos encantadores se han convertido en molestias; los pequeños esfuerzos, en sacrificios.

10.000 km muestra la desintegración de Alex y Sergi. Y a ratos es tan realista que casi parece un documental. El desgaste es progresivo, chat a chat, whatsapp a whatsapp. Aun así, hay espacio para el humor, como esa lección de cocina vía Skype. Espacio para el sexo y el cibersexo, para cosas que por un momento parecen nuevas y solo son repeticiones.


Espacio entre dos personas, en fin. Unos lo llamarán diferencia de expectativas o cambio de aires; otros lo achacarán a los años, a los celos, a las circunstancias, a las mentiras. Da igual. El caso es que al final, cuando la distancia se impone, no hay avión en el mundo que pueda reuniros. Intentarás recordar que todo final es un punto de partida. No lo sientes así, todavía no puedes sentirlo así. Pero no te queda otra que intentarlo. Una puerta, una maleta, un rellano... ¿Y ahora qué?


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Nell Leyshon : Del color de la leche

"A veces me tengo que recordar a mí misma que estoy triste por algo.
Si no, me pongo contenta otra vez."

De la vida en el campo no esperas nada. Sembrar temprano, muñir la leche caliente, recoger la fruta madura antes de que caiga al suelo. Repetirlo de sol a sol, como se suele decir. La protagonista está acostumbrada a esto y no aspira a nada más, ni siquiera sueña con el cambio: nunca se lo ha planteado, nadie le pregunta.


Pero los caminos aparecen incluso cuando no los ves, y entonces no queda otra opción que tomarlos. Mary es consecuente. Acepta cada nuevo rumbo de su día a día con la templanza de quien solo sabe hacer lo que le ordenan. Despuntes de genio, rebeldías que no llegan a nada: se apagan en cuanto hay algo que limpiar, cocinar, ordenar.

Mary cuenta su historia con un estilo tan sencillo y limpio como el delantal que tiene que vestir a diario. Sabe lo que es justo y lo que no, sabe que ella es capaz, y te lo demuestra en cada frase. También sabe que en una vida ordenada, aprendes a hacer frente a los imprevistos. Y te descubres valiente incluso cuando más miedo tienes y menos comprendes lo que ocurre. Porque luchar siempre es vivir.

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Dom Hemingway

"A man with no options
suddenly has all options in the world."

Eres quien eres, y te gusta, y alardeas de ello... hasta que ser quien eres te mantiene alejado de lo que quieres. La identidad puede ser una carta de presentación o una cárcel. Irá descubriéndolo Dom Hemingway: cuando queda en libertad tras 12 años prisionero, querrá ser más él que nunca. Como si eso le garantizara algo, como si le acercara a alguien o alguna parte.


El protagonista recibe el puñetazo más doloroso: el de la realidad. Y entonces termina la comedia gamberra sobre delincuentes que hablan de su polla como si fuera una obra de arte. Desaparece la alargada sombra de Guy Ritchie, en favor de un drama extraño. No estás acostumbrado a que alguien como Dom se pregunte según qué cosas. De hecho, él es el primer sorprendido.

¿Qué ocurre cuando dejas de robar todo lo que debería ser tuyo y en cambio confías en la suerte, el destino y su melodía, las oportunidades que puedes tomar o no? ¿Quién puedes ser a partir de ese momento? ¿Llegará lo que deseas o tendrás que armarte de paciencia?


Menudo viaje: de las palabrotas en cada frase con que arranca Dom Hemingway, hasta los diálogos concisos y evocadores del final. De los colores psicodélicos de la vida nocturna a la realidad de un parque soleado, una mañana cualquiera. La vida tranquila. Todos aspiran a eso, pocos lo aceptan o se dan cuenta a tiempo. Y tú, ¿podrás? ¿Estarás a la altura?

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Coldplay : Ghost Stories

El final del amor. La incertidumbre y el no poder creértelo, los celos, dudar si darás el paso, el derrumbe, la nostalgia tan amiga de la idealización, ese paso tras otro que te lleva hacia adelante, el olvido guardado en el cajón como un postal de antiguas vacaciones. Todos sentimos lo mismo, aunque sea en un orden distinto.


Aquí hay canciones pequeñas. Para dejarse abrazar o para abrazarse uno mismo. A base de susurros, los versos intentan aferrarse a algo que ya no existe. Los fantasmas abundan, vagan de una canción a otra intentando comprender. Ecos, pianos. Sonidos para atesorar bajo la almohada. Solo al final vuelve el ritmo. Al final, sí: al borde del próximo principio. La euforia tras la tormenta silenciosa.

Un canto en honor a lo que se alejó por el horizonte y que ahora te lleva a ver las estrellas. Ese cielo lleno, llenísimo de estrellas. Cuando se cierra el círculo, lo confirmas. Continúas creyendo en la magia. Y en adelante, volverás a amar como si el amor fuera eterno, pero recordando que nunca lo es. El final del amor: su tristeza y nuestras lecciones.


And if you were to ask me
After all that we've been through
'Still believe in magic?'
Yes, I do

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Passing birds

¿Puedes pararte en el movimiento? Sería la única forma de conseguir una cosa y su opuesta. Porque me voy dando cuenta de que lo anhelamos todo. Una vida estable y agitada, disfrutar de nuestra soledad con el apoyo incondicional de una pareja, alguien que diga un sí taimado y también alguien que lo grite más fuerte. Lo queremos todo sin comprometernos a nada. Una libertad a medias en la que sentirnos cómodos.


Supongo que no podemos evitarlo. Nos dijeron que soñando todo ocurriría y lo creímos a pies juntillas. Y soñamos, y llegaron cosas, y siguieron apeteciéndonos otras. Contradicciones de la vida moderna cuando todo debería ser más sencillo.

Desde fuera, todo se ve tan claro. Ella debería apartarse de su ex, él tendría que apostar por la opción segura, el otro podría terminar de una en una sus historias en vez de pretender abarcarlas todas. Pero puede que solo estén, estemos jugando. Aprendiendo malabarismos. Y quizás esté bien así, porque si no hemos venido a jugar, ¿qué hacemos aquí?

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El armario de acero

Debió de ser él quien me descubrió que era atractivo
y saberlo puso mi mundo del revés...

"Los rusos no me caen bien. No tengo nada que ver con ellos. Suerte que están lejos...". Relato a relato, los tópicos se van derrumbando gracias a este El armario de cero. Porque de repente te encuentras a un chico como Aleksander Belykh, que adora Japón, estudió japonés y lee a Murakami. ¿Serías tú, de haber nacido en Rusia?


17 autores y nuestros iconos son los mismos, o muy parecidos. Oscar Wilde, Michael Jackson, Hollywood: les gusta lo mismo que nos gusta y quieren tener lo mismo que aquí disfrutamos. Poder ir de la mano con su pareja sin temor a una paliza. Dejarse de sobreentendidos, máscaras, como si el amar a otro no fuera con ellos, escribir con la libertad de saber que no serán juzgados. Sienten lo mismo pero tienen que disfrazarlo.

Son extraños los cuentos y poemas de este recopilatorio. Modernos en la forma, rompedores a ratos, pero describiendo unas vidas que, pese a todos los puntos en común, no podrían ser más diferentes a las nuestras. ¿Pero todo esto no quedó atrás en la época de nuestros padres, de nuestros abuelos? Provoca desazón leer sus miedos. ¿Y si no son los rusos quienes están lejos sino nosotros los que, sin saberlo, nos vamos acercando? Damos demasiadas cosas por sentado.


El armario de acero es el primer libro de la editorial Dos Bigotes. Alberto Rodríguez y Gonzalo Izquierdo se han lanzado a la piscina con este proyecto que viene a cubrir un necesario espacio: la literatura LGTB al margen de los tópicos. De momento han publicado recopilatorios de autores rusos y africanos, con espacio también para la poesía. Son valientes y les deseo las mejores recompensas a sus esfuerzos.

"No quiero ser un cobarde bastardo
Agarrado a tus piernas, temblando
Y escupiendo en su interior.
Quiero que todos se mueran de risa,
Que amen como yo amo
Que mis versos resuenen en el metro."
(Dmitry Volcheck)

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Aitor Villafranca : Cero

Dos hombres comparten cama pero despiertan en mundos distintos. El punto de partida de la novela me pareció potentísimo desde que el propio Aitor me lo contó hace ya 6 meses. Desde entonces tenía ganas de leer esta historia, y más teniendo en cuenta el buen sabor de boca que me dejó Zodíaco en su día. Las expectativas pueden ser peligrosas, pero en este caso se han visto superadas.


Y es que mientras lo leía en la cama, el libro cobró vida entre mis manos. Dejó de ser un conjunto de páginas escritas para transformarse en un espejo. De repente me vi reflejado en él, expuesto, escaneado hasta la última partícula. Y no solo me vi a mí: también pensé en tantos amigos con miedo a sentir, a volver a entregarse. Cuando te crees inmortal, haces y dices tantas tonterías, como si la recompensa siempre tuviera que estar esperándote cuando tú lo decidas.

Hay una cualidad que admiro en los escritores. Te hablan de esos sentimientos que rara vez compartes. No es solo que no te atrevas, es que no sabrías cómo hacerlo: por dónde empezar o qué palabras elegir. Ellos encuentran esas palabras y no dudan en compartirlas contigo. Leyéndolas, todo parece más sencillo.

Merece la pena conocer a Daniel y Álex. En un mundo donde ocurren tantas cosas extrañas, hasta el punto de no saber si eres la última pieza de un puzzle perdido que nunca encajará, agradeces reconocerte en esos personajes. Te sientes menos solo. Comprendes que los sentimientos pueden existir en cualquier parte, incluso en ciudades torcidas donde la gente levanta llamas verdes a cada paso.

No tenía recuerdos de que la realidad hubiera sido así antes de aquel día. Sin embargo, ese era el mundo en el que existía, así que, a la fuerza, el mundo tenía que haber sido así siempre. Solo había entonces una conclusión posible: era él el que había hecho algo mal, él quien, de alguna forma, había olvidado cómo existir. Las personas que le rodeaban lo habían comprendido antes incluso que él mismo, y ahora le vigilaban recelosos.

La novela Cero está disponible en Amazon y Casa del Libro.

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Nobody said it was easy

Con sus mil caminos, el laberinto te atrapa haciéndote creer que solo tú lo cruzarás. Una posibilidad entre mil que se traduce en dar vueltas y vueltas. Perdido, recuerdas aquel truco. Si siempre eligieras el camino de la derecha, acabarías por encontrar el camino correcto. Eso dijeron, al menos, personas con todo el tiempo del mundo por delante. Tú no tienes ese lujo. Intentas desdoblarte en cada bifurcación, llamas a todas las puertas.


Nunca entendiste la solución al enigma de las puertas parlanchinas en la película Dentro del Laberinto. Si una siempre dice la verdad y otra siempre miente, estás perdido. ¿A quién creer? Has confiado en la gente tantas veces y otras tantas te han mentido... Quizá las relaciones entre personas se basen en eso, en la confianza ciega. No queda más remedio. Te juegas el todo por el todo.

Sientes tanta hambre de mar que buscarás unas rocas para usarlas como trampolín. Sin saber si el agua tiene la temperatura idónea o si llegaste a la playa correcta. Confiarás que al salir no sientas el frío sino el placer. Entonces te secarás, contemplarás el paisaje alcanzado. Mil caminos pero solo uno te llevó hasta aquí.

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La vida inesperada

Siempre hay dos vidas: la que esperas y la que, sin comerlo ni beberlo, llega a tus manos. Como si tu yo futuro te lanzara un salvavidas justo cuando creías que debías seguir nadando en plena tormenta. Ya lo cantaban los Rolling Stone: no siempre consigues lo quieres, pero si lo intentas, a veces encuentras lo que necesitas.


Otra cosa es como aproveches estas oportunidades. Hay cobardes que se creen valientes y hay valientes que creen cobardes. En el fondo, no son personas tan distintas. Los mismos sueños, las mismas cadenas, la misma ceguera para no ver lo que está ahí, a la salida de la boca de metro o en el escaparate de una tienda de delicatessen.

De repente, una Nueva York auténtica, en absoluto de postal. Aparece el Empire State en el póster, para que se la reconozca, pero la película apenas saca ningún monumento ni lugar emblemático. Sus personajes recorren las mismas calles que recorrerías de vivir allí. Los bares de cócteles baratos, los pisos diminutos donde desde el sofá ves el baño, los restaurantes en la otra punta, todas las calles iluminadas y no solo Broadway o Times Square. Se nota que Elvira Lindo es la guionista.


Ironías del destino: cruzaste el charco para acabar encontrando algo pequeño. Y parece tan diminuto en la ciudad más grande... Sabes que hay miles, millones de personas persiguiendo su sueño, pero sentado en un banco, a la espera de esa llamada, quieres creer que esta vez, contra todo pronóstico, serás tú el afortunado.

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Calm after the storm

Cuando estás enfermo, te llegas a convencer de que nunca volverás a estar bien. Te duele la muela o el oído y vas haciéndote a la idea: de ahora en adelante tendrás que vivir así, con este dolor. Nada existirá que no sea eso, piensas. Luego el dolor remite. Y no es que la vida mejore, pero sí vuelve a ser tal como la recordabas, y eso también te gusta.


"Baila, baila, baila", le recomiendan al protagonista de una novela de Murakami que lleva ese consejo por título. Tiene que seguir bailando aunque no sepa o no le apetezca, aunque no se sienta capaz de captar el ritmo. Bailar hasta que llegue la complicidad de una mirada. Irte o quedarte: la certeza de haber elegido bien.

Disfrutarás entonces de la recompensa. Tu calma tras la tormenta. Que no es una imagen única: el azul limpio entre los edificios de siempre y las flores que siguen en pie en todos los balcones, también el ladrido de bienvenida de un perro al abrirse aquella puerta, el café humeante que acompaña a todo nuevo libro, un abrazo doble. Todo habrá pasado y sabrás que lo lograste. De tanto bailar, llegaste al punto de partida.

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The lunchbox

"A veces un tren equivocado
te lleva a la estación correcta."

Así de caprichoso es el azar. Cuando estás atrapado, solo un error podría liberarte. Atrapado embutiéndote en el metro para ir y volver del trabajo, cocinando día tras día para tu marido, observando el giro incesante del ventilador del techo como único pasatiempo. Atrapado en una vida que no te gusta pero es la tuya.


La liberación: el olor del pollo tandoori al brotar de una fiambrera metálica, las palabras de alguien que por fin te comprende. Un desconocido, porque en The lunchbox hay dos desconocidos deseando conocerse. Deseando o necesitando: viene a ser lo mismo. Un error de logística los une y de golpe vuelven a sentirse humanos en medio de una ciudad abarrotada de gente.

Continúan los gestos mundanos: el cigarrillo en el balcón antes de dormir, tocar la ropa tendida para saber si sigue húmeda. Pero ahora con una sonrisa. Como si supieran que al sonreír en medio del tráfico y los compromisos familiares y el papeleo y los matrimonios que se derrumban, llegarán antes a su destino, sea cual sea.


Parece que las mejores cosas ocurren cuando no esperas nada o esperas otra cosa. Como esta película. Fui a verla como contrapunto de las que vi la semana pasada. Estaba casi solo en cine. Se apagaron las luces antes de tiempo y durante hora y media pude compartir olores, colores, dolores. Salí maravillado. El placer fugaz del cine y la buena comida, de los romances.

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Florrie : Sirens

Este EP es un trampolín. Tras año y medio de silencio, Florrie tenía que volver a situarse en tu punto de mira. Tenía que enseñar que el contrato con una discográfica no la había cambiado. Que sigue siendo esa chica con ganas de probar sonidos y ritmos. Y Sirens viene a ser el prólogo de todo lo que es capaz.


Prólogo porque el disco completo llegará a finales de año. Pero en realidad este EP sería un recordatorio: aunque no se parezca en nada a Experiments, sí reconoces esas letras hipnóticas que se repiten y repiten como lluvia, hasta calarte entero, hasta que transmiten mucho más de lo que parecía en un primer momento. Reconoces la voz camaleónica, las percusiones insinuantes, la cadera que se va sola. Como se suele decir, cambiarlo todo para seguir igual.


Estas tres canciones tienen el sabor de los preliminares que te dejan con ganas de más. Será cuestión de seguir nadando, de hacerle caso al canto de las sirenas, tan tentador, y encontrar esa orilla donde todo se cumplirá. Si esto es solo un adelanto, como un primer hombro desnudo al quitarse la camisa, imagínate el resto.

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Life, oh life

La vida que quieres, la vida que tienes, la vida que merecías. La oportunidades que no llegaron y las que dejaste escapar. Los momentos donde todo iba a cambiar y nada lo hizo, o solo un poco, y no de la manera que esperabas. La gente más joven que tú, con más suerte o más esfuerzos a sus espaldas: ellos son la prueba de que, sencillamente, no naciste donde ni cuando había que hacerlo.


No era cuestión de tiempo sino de que estuviera escrito. Esa vida que envidiabas de la gente valiente, esos volantazos que tú nunca darás porque no sabes conducir. Como un avión que nunca llega a despegar, dando vueltas tontas por las pistas numeradas del aeropuerto. El rumbo fijado pero no autorizado.

Encogimiento de hombros, qué remedio, pasos cortos uno tras otro por la misma calle de siempre en la misma dirección de siempre. Habrá que conformarse. Y entonces llega un mensaje. Dice algo muy simple que podría trastocarlo todo: "sí". Un nuevo comienzo, una nueva carretera, ¿una nueva vida?

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Wajdi Mouawad : Ánima

Hay muchos libros buenos, pero solo algunos te remueven por completo. Por eso, decir que Ánima me gustó sería quedarme corto. Me pareció brillante. Un libro que todo el mundo debería leer aunque no sea un libro para todo el mundo. Una novela que me gustaría haber escrito yo y que leí con la envidia sana (o no) de saber que me falta mucho para lograrlo. Suerte que hay maestros como Wadji Mouawad.


Este escritor, en una página te desgarra sin miramientos y a la siguiente te emociona con ternura. Deja que sean los animales los que cuenten la historia terrible de un hombre a quien el asesinato de su mujer le impulsa a viajar por Canadá y Estados Unidos en busca del criminal. Gatos, arañas, pájaros, perros, lobos... todos serán testigos de su periplo. Algunos lo mirarán con curiosidad, otros conectarán con él, dando pie a escenas maravillosas (la hormiga, el chimpancé).

Mouawad nos recuerda la inhumanidad de los humanos. Cómo somos capaces de lo mejor y de lo peor. Cómo nos obsesionamos con absurdeces y en cambio rechazamos lo que la vida nos regala a cada segundo. Pequeños instantes que el protagonista va disfrutando en pleno viaje, aunque sea empujado por unas circunstancias tan horrendas.


Mientras lo leía, no me quitaba de la cabeza una frase de Musashi Miyamoto: "Date menos importancia, dásela más al mundo". Podría haberla dicho cualquiera de estos animales al protagonista Wahhch. Porque ellos saben que todo es insignificante. Sí, nos ocurren cosas malas, pero no somos menos que una mariposa aplastada de la manera más tonta. Somos animales dando tumbos, por más que nos guste olvidarlo.

Podría añadir muchas cosas, enumerar el asco de algunas escenas y la impotencia que me provocaron, la piel de gallina por la preciosidad de ciertos pasajes... Podría decir que es uno de los mejores libros que han pasado por mis manos. Demoledor, también. Pero faltaría una pieza clave: que lo leáis y flipéis como yo he flipado. ¿Y ahora qué? Pues esto. El esplendor en la bajeza. Humanidad, a pesar de todo.

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Frances Ha

Frances no sabe lo que quiere. O sí lo sabe pero no encuentra la manera de materializarlo. Y quienes la rodean no es que la ayuden mucho, la verdad. Así que ella baila. Baila por la calle y por donde haga falta. Baila, baila, baila y con el movimiento del cuerpo llegan los cambios de aires.


Nuevos amigos, nuevos apartamentos, nuevas vistas mientras fuma en la ventana. Los días de Frances son un no parar de hacer cosas aunque ella sienta que no está haciendo lo que debe. Todavía. Y así, para encontrar ese "algo", se embarca en esta road movie a lo largo y ancho de Nueva York y otras sorpresas.

Así se vería Girls en la pantalla de un cine. Una película, en fin, sobre las miserias tontas y las tontas delicias del día a día. Sobre las risas sin venir a cuento, las fiestas inesperadas, las citas desastrosas que recordarás con cariño, las caídas y todas las veces que te levantas después, los sueños, los planes, la realidad siempre mágica aunque se vea en blanco y negro.


Para cuando se revela el por qué del título, ya estás enamorado hasta las trancas de Frances y solo puedes alegrarte por ella. Compartes su pasión, energía, ingenuidad en la gran manzana. Su vida. Porque sí, a veces es bueno hacer las cosas que supone que tienes que hacer cuando se supone que tienes que hacerlas.

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No es nada mística

La magia no se puede explicar. Tiene que sorprenderte tras la esquina, como cuando eras un niño que jugaba y las cosas, simplemente, ocurrían. En tu cabeza y de verdad. Diseccionando tus rituales para hacer partícipes a los demás, al final lo único que consigues es quitarles encanto, misticismo. Como quienes señalaban las cuerdas que hacían volar a los actores de las películas.


Y además, solo crees en la magia cuando te conviene. El otro día, por ejemplo, expliqué que una amiga utiliza La noche nos alumbrará a modo de oráculo. Le hace una pregunta, abre una página al azar y lee lo que el libro tiene que decirle. Eso que a ella le funciona, a los demás puede parecerles una tontería. Así fue: risitas, comentarios para cambiar de tema.

Entre cervezas y montaditos, la conversación derivó hacia la situación sentimental de uno de los chicos. Nos contó que le gustaba quedar con cierta chica porque se daban estabilidad, pero que no se consideraban novios. Y eso que llevaban ocho meses viéndose. Los demás opinamos que era tiempo suficiente para establecer una relación. Él se enrocó: si ya estoy bien así, ¿para qué pensar que las cosas son o podrían ser de otra manera?

Ya nos íbamos cuando alguien, medio en broma, le pidió que le preguntara a mi libro si aquella chica era su novia. Él se rio y entonado por las cervezas, lo hizo. Al fin y al cabo, le iba a salir alguna frase tonta. Entonces leyó: "Eres tú. Cuesta creerlo." Cerró el libro en silencio. De golpe, volvía a ser aquel niño que creía que los dragones blancos volaban. Y delante nuestro, el más brillante de todos surcaba los tejados de Barcelona.

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Aitor Saraiba : Nada más importa

"Siempre pensé que mi brújula en la vida sería una persona,
pero no, han resultado ser los libros."

Primero hay obstáculos y luego todo se alinea. Es todo parte del mismo camino, la vida, pero en algunos recodos es fácil creer que la oscuridad campa a sus anchas y que no hay vuelta atrás. Poco después, lo fácil será seguir caminando hacia adelante con una sonrisa. Ahora solo escucharías música a todo volumen para gritar hasta quedarte afónico.


Este libro se empezó a gestar antes de que todo encajase: "De mis padres, me habría gustado heredar la esperanza", viene a decir Aitor Saraiba en uno de los primeros capítulos. Porque la gente que antes sonreía, ahora busca trabajo y no lo encuentra, busca amor y no lo encuentra, busca y busca pero todo está muy oscuro.

Un amigo enseñándote su cuaderno de notas. Esa sensación te recorre el cuerpo mientras pasas las páginas de Nada más importa. Los textos a mano y los dibujos ingenuos parecen desnudos sobre el fondo blanco. Cuesta creer que alguien se atreva a enseñarte su intimidad de esta manera pero aquí está. La has comprado. Y el libro es enorme, pesa, como para confirmarte que de verdad existe.


Alrededor de todos los conciertos de Metallica de su vida, Aitor teje una biografía de momentos importantes. Bueno: momentos cuya importancia solo entiendes después, ya mayor, al echar la vista atrás y unir los puntos de lo que antes solo eran escenas del día a día. Los aprendizajes, las personas que vas conociendo por el mundo... Y sí, lo que empezó sin esperanza, acaba por animarte a seguir intentándolo. Porque las piezas encajan, pero para eso hay que seguir luchando. Gracias, Aitor.


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Enemy

Prometes y prometes que si pudieras repetir las cosas, lo arreglarías todo. Esta vez sí. Pero, ¿lo harías? ¿Elegirías bien ante la oportunidad de empezar de cero? ¿O volverías a meter la pata?  ¿De verdad no sigues siendo el mismo patán de siempre? ¿Has aprendido algo o solo te has visto un poco más guapo en el espejo mientras ensayabas esto? ¿Son los demás que te han robado algo o te lo negaste tú mismo con tus elecciones? Si ella te lo pidiera, ¿cambiarías? ¿Te quedarías? ¿Serías bueno? ¿Esta vez sí?


Es como si estuvieras condenado a caminar. Atrapado en una calle que solo avanza hacia adelante.  Sientes que eliges lo que ya estaba programado, porque eres la persona que tiene que vivir esta vida. No hay otra. Así que culpas a los demás. Por no ser como a ti te convendria. Por robarte la vida ideal que te pertenecía. Deseas lo del otro porque aún no ha perdido brillo.

Olvidas que siempre estás al volante. Tu coche, tu casa, tu pareja, tu vida. Son tuyos porque tienes las riendas, aunque estas sean invisibles. Quizá el camino que tan recto parece, en realidad tenga desvíos y lo que te falte sea paciencia o reflejos para distinguirlos. O una película que te mantenga en tensión, que invite a teorizar con los amigos, que no se ponga de tu parte. Una película para abrir los ojos, aunque no quieras.

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Y así fue como conocí a vuestra madre

Durante años, How I Met Your Mother fue un talismán. Antes había sido un conjunto de packs de DVDs que devorabas en compañía: en un fin de semana podíais ventilaros una temporada completa, para poneros al día. Cuando aquello terminó, las aventuras de Ted y sus amigos se convirtieron en tu faro. Cada capítulo tenía una frase clave que se ajustaba a tu momento actual, que te orientaba cuando lo necesitabas o te señalaba lo importante si tú no eras capaz de verlo. Los guionistas escribían la serie solo para ti, como las mejores canciones. Luego volviste a lanzarte al agua y la serie continuó un rumbo que ya no era el tuyo, pero aun así conservaste tu cariño hacia ella.


Sí, desde aquel primer "¿Conoces a Ted?" han pasado muchas cosas. En la serie y en tu vida. 9 años: tiempo suficiente para la aparición de arrugas y las primeras canas, para dejarte de barba o empezar a raparte el pelo, para encontrar una nueva pareja con la que descubrir nuevas cosas que antes parecían impensables, para instaurar nuevos rituales con nuevos amigos que se cruzaron contigo en el mejor momento. 9 años de risas enlatadas pero sobre todo de vivencias compartidas, cada martes, mientras desayunabas. Porque tú esta serie la veías por la mañana: no había mejor forma de empezar el día.

Lo que nunca fue How I Met Your Mother es una serie convencional. Y tampoco podía serlo su final, claro. Nos dijeron que lo importante no era la meta sino el recorrido y tú asentiste. Pero en realidad querías llegar, ver, saber. Cuanto antes. Y querías que encajara en tu esquema de final perfecto para poder exclamar que tú ya lo sabías. Así eres: lo pides todo, aquí y ahora, a tu manera. Olvidas que la vida es caprichosa. Que las cosas se toman su tiempo y aunque aparezcan, nunca lo hacen en el orden ni de la manera que esperabas. Los desvíos no te alejan: hacen el camino más ameno, te ofrecen posibilidades y elecciones mientras continúas avanzando.

Ted lo ha descubierto a base de dar muchos tumbos y derramar muchas lágrimas, y así se lo ha contado a sus hijos. Él ahora también sabe que en su búsqueda del amor se cruzaron muchas personas interesantes, incluso importantes, cada una a su manera. No hay un único amor, hay muchos. Y a esta verdad se suman chistes, giros inesperados, anécdotas cuya importancia solo él y los suyos entienden. También se perdieron amigos, otros se distanciaron. Dicen que el desgaste es ley de vida. Mientras sueltas una carcajada en la mesa habitual de vuestro bar favorito, te juras que para ti, para vosotros, esto no terminará nunca. Pero ocurrirá. ¿Lo disfrutarás a tiempo?


Aún no sabes qué harás la semana que viene, ya sin serie talismán. Quizá prepares un desayuno especial o nada más despertarte, sonrías por cualquier motivo tonto. Eso sí, por fin dejarás de preguntarte cómo se llamaba la madre o cómo se conocieron Ted y ella. Primero porque ya lo sabes y segundo porque ya va siendo hora de abrazar, una a una, las pequeñas cosas que te trae la vida, las subidas y bajadas, todos los desvíos. De verdad, no de boquilla.

La estación de llegada aguarda al final del camino, más lejos de lo que imaginas, y solo cuando llegues todo cobrará sentido. Hasta entonces, tú decides. Puedes contemplar por la ventana mil paisajes, contar árboles, incluso apoyarte en el cristal si lo necesitas, puedes bajarte en las estaciones antes de dejarlas atrás, saltar en el tiempo o continuar viajando puntual como un reloj. Construir tú la magia y conseguir que llueva o dejar que sea ella la que te envuelva. Es el último truco del destino: creas en él o hayas decidido tirar la toalla, siempre acabarás llegando a tu destino. Ahí estará el paraguas amarillo soñado y para cogerlo solo tendrás que levantarte y dar dos pasos.

-Hi!
-Hi...

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Umbrella

Cada día se cruzan dos veces. Él y ella: tienen horarios muy parecidos y siguen el mismo itinerario, pero en direcciones opuestas. No se conocen, no se saludan, ni siquiera se miran. Al principio, no lo hacían por ahorrarse la mera vergüenza de ponerse a hablar con un desconocido en plena calle, entre los coches que vienen y las motos que van. Y ahora no se atreven porque después de dos años cruzándose a diario, quedaría raro. Supondría un paso importante, y ambos son más bien de dar pasitos cortos.


Él nunca ha tenido paraguas. Nunca le han gustado, o mejor dicho: nunca ha encontrado uno con el que se sintiera cómodo de verdad. Los prefiere grandes porque los plegables se le acaban rompiendo o atascando cuando más los necesita. Pero los grandes luego son un incordio: dónde los cuelgas, dónde los guardas. Así que lleva toda su vida dependiendo de los paraguas de los demás. De sus padres, de sus amigos, de sus sucesivos compañeros de piso. Gente precavida que compra paraguas. Se lo prestan encantados y él acepta. No sabe si se acostumbrará algún día a esos estampados con cuadros de abuela o los complicados sistemas de apertura automáticos.

Solo sabe que mientras esquiva charcos, la echa de menos. Porque los días de lluvia nunca se cruzan, es curioso. Quizá ella cambia de ruta esos días, o será que él camina cabizbajo para esquivar la lluvia. Se la imagina modelo de pasarela. No es exactamente guapa, pero sí muy alta. Cuando más le gusta es cuando no lleva maquillaje. A menudo lleva una maleta a cuestas que él ha deducido que contiene los trajes de un desfile en Madrid. Y así pasa los días: imaginándosela a ella, imaginando lo que se dirían al llegar a casa y cenar juntos.


En realidad, ella trabaja en una tienda de bolsos y maletas de viaje. Y tiene un enorme paraguas amarillo que nunca compartirán porque cada día dejan escapar dos veces la oportunidad de conocerse.

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La evolución del hombre al pájaro (I)

Hay espaldas grandes que dan pie a historias breves. Esos minutos antes del amanecer en que tú ya te has despertado y el otro no. Como no tienes que decir nada, tan solo te limitas a mirar o admirar. A contar lunares bajo el sol que se filtra por la ventana. Una imagen que no volverás a ver porque nunca iréis juntos a la playa y lo más seguro es que ni siquiera compartáis ducha. Os encontrasteis en el lugar y el momento vital equivocados. Solo te queda ahora, este instante fugaz antes de ponerte a buscar tus calzoncillos. Mentirías si dijeras que te has enamorado, pero qué espalda tan bonita. Podrías dedicarle un poema o una canción. Y lo haces. Las mejores cosas nacen de escenas así: pasajeras, íntimas, solo a ti te importan y aun así las compartes con la esperanza de que para alguien más signifiquen algo.


Hay viajes que marcan un antes y un después. Viajes donde una sonrisa a tiempo lo cambió todo, donde las casualidades se alinearon para que la ciudad se abriera de piernas para ti y nadie más, donde cada calle húmeda o estrecha tuvo sentido porque te llevaron a disfrutar de un vino blanco en tu nueva terraza favorita. Viajes de los que podrías evocar tantas anécdotas y batallitas que al final se reducirían a palabrería barata. Quizás, para explicar la transformación vivida en esos viajes casi mitológicos, lo mejor sea hacerles justicia, dándoles un título que ya lo dé a entender todo. Mi primera noche en Londres, por ejemplo. Y repetirlo a modo de mantra.


Y hay hombres valientes que echan a volar. Víctor Algora presenta nuevo proyecto en solitario: La evolución del hombre al pájaro, una serie de EPs que en otoño culminarán en un disco. Por ahora nos llegan estas dos canciones electrónicas, nocturnas, llenas de sexo y energía y recovecos en los que perderte. Justo aquí, en este cruce, los faros rojos de los coches se alargan y alargan al ritmo de los semáforos en verde para que siempre te sientas joven.

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Eva Mengual : El camino del amor

Hay libros que no son para ti. Al menos, no para este momento. Los lees porque, por carambolas del destino, han llegado ahora hasta tus manos, pero mientras vas pasando sus páginas solo puedes pensar en alguien que conoces. Un amigo a quien le vendrá bien leerlo. El camino del amor es uno de esos libros.


Otros títulos de esta colección, como Los cerezos en diciembre, me inspiraron en su día. Cuentan historias sencillas sobre conflictos cotidianos y esas soluciones que no siempre recordamos. Este trata del amor, claro. De una ruptura, más concretamente, y no sé qué ha ocurrido pero en los últimos meses me han rodeado unas cuantas.

Amigos que se separan, amigos que tendrán que descubrir por su cuenta lo mismo que yo hace tres años: que la soltería está para disfrutarla, para cambiar tu escala de valores:  lo que quieres y lo que no quieres. Para quererte mucho, también, y así ser mejor persona cuando alguien nuevo llegue.

En este proceso, no todo el mundo lleva el mismo ritmo. A algunos les toma más tiempo. A ellos les recomendaré El camino del amor. Habla de ese lento abrir de ojos, desde que te sientes en mitad de una carretera desértica donde nadie dará contigo hasta que por fin los árboles que has plantado dejan ver sus frutos.


No es que un libro te pueda cambiar la vida. Los libros solo pueden darte pequeños empujones hacia la cima. Mil páginas, mil personas te repetirán lo mismo y aunque sepas que tienen razón, no les harás caso: no es lo que necesitas ahora. No sabes qué necesitas, pero eso no. Hasta que quizá un día, de la nada, llegue una frase. Dirá lo mismo que tantas otras y sin embargo lo hará con palabras distintas. Palabras que conectan puntos. Que te devuelven la energía, las riendas. Entonces te descubres todopoderoso y comprendes que todo tuvo sentido.

La ventaja de volver a empezar sola es que puedes hacer todo lo que tú quieras y como tú quieras. Es como si la vida te diera una oportunidad nueva para hacerlo diferente y, quién sabe, quizá mejor. Quiero que sepas que puedes contar conmigo siempre que me necesites.

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Más

Encender la luz. Click, y todo se aclara. Un gesto al alcance de cualquiera pero que tan a menudo olvidas. Como si dar con el interruptor no fuese de lo más sencillo, como si tampoco fuera importante. Ese avanzar entre tinieblas lo conviertes en un juego aunque nunca vaya a ser uno divertido.


No quieres ser como ese bonito bar de Gracia que solo destaca de día, cuando nadie puede entrar a tomar uno de sus cócteles. De noche está lleno de modernos y turistas, pero ni siquiera ellos pueden apreciar las coloridas paredes. Favoreciendo la intimidad, los camareros mantienen las lámparas a medio gas, y así no hay quien vea los colores ni las sonrisas que tiene justo delante.

Te gustaría parecerte a la cantante que ayer deslumbró al público junto al puerto. No era Rihanna ni era Brequette pero podría haber sido ambas porque se lo creía. Sobre el escenario, lucía gestos de estrella: echaba la melena hacia atrás, se contoneaba, gemía. Pedía a los músicos que acompañaran sus gorgoritos y ellos lo hacían. Pedía a la gente que se acercara y todos se acercaban. Sí: ella cantaba bien y los demás aplaudían.

Te gustaría ser como las farolas del paseo nocturno. Recién instaladas, blancas. Iluminan un tramo antes oscuro y lo hacen con la luz más potente, porque nada ilumina tanto como una bombilla nueva. Ser como ellas, como la mariposa en llamas, como la luna llena. Brillar incluso de noche, alumbrarlo todo desde lo alto del cielo.

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We can be heroes

La semana pasada vi cómo los egos empañaban varios proyectos colectivos en los que colaboro. Crearon pequeñas grietas que, como todas las grietas, irán ensanchándose con el tiempo. Supongo que es inevitable porque, al fin y al cabo, ni en grupo alguien puede dejar de ser uno mismo. Pero es una lástima.


No conoceréis a nadie más individualista que yo. Incluso egoísta, a menudo. Me gusta mi espacio y me gusta defender ante todo lo que es mío, sí, como a todo el mundo. Aun así, cuando me implico en un proyecto con más gente es para que todos ganemos. Un poco como ese sentimiento de colmena de los japoneses. Todos a una y una para todos.

Está claro que si participas en algo es para sacar algún beneficio para ti. Notoriedad, contactos, dinero. Nadie invertiría horas en nada si no obtuviera algo a cambio. Y que nadie se engañe: la realización personal también es un beneficio.

Tarde o temprano ves que el de al lado destaca más que tú. Y tienes miedo. De que pise tu terreno, de que en adelante te quedes diminuto y los demás te ignoren. Hasta que al final te das cuenta: lo bueno de pertenecer a un grupo es que cuando uno brilla, consigue que los demás brillen a su lado. Y además puedes transformar la envidia en ganas de superarte. "Yo también puedo hacerlo, y mejor que nadie." Así mejoras tú y se fortalece el grupo. No seamos enemigos, sino héroes unidos.

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Lea Michele : Louder

Este año me pierdo entre tanta novedad musical. Cada semana salen decenas de canciones que deberían gustarme, y me gustan, pero en general no me entusiasman. Noto cada vez más que se busca el efectismo, el sonido a la última. Y eso, a la hora de escuchar discos al completo me agota, para qué voy a decir otra cosa. Pasan las canciones y no sé qué me quería decir el cantante o el grupo.


Así llega a mi vida Louder. Supone el debut de Lea Michele, "protagonista" de Glee, una serie de la que me despedí ya hace casi dos años. Será por el cariño que le tenía a su personaje o será porque me ha pillado con la guardia bajada, pero el caso es que este disco me ha encantado de principio a fin. Por fin una voz que no busca sorprender sino emocionar.

Si has visto algún capítulo de Glee, ya podrás imaginar por dónde van los tiros: mitad baladones de muchísimo drama (con Battlefield a la cabeza) y mitad himnos movidillos para levantar el ánimo, con letra optimista hasta las trancas y percusiones que acompañarán todos tus pasos. La que da título al disco te invita a hacerte valer a gritos y Cannonball quiere que vueles. Sí, Lea Michele se mantiene fiel al espíritu Disney de la serie que la hizo famosa y yo encantado.

Siempre vienen bien temas así en el mp3: para comerte el mundo por la mañana y para amenizar cualquier día tonto que se pueda cruzar con tu sonrisa. Ella también ha pasado por eso, te canta al oído. Quieras aplausos o lágrimas, ella seguirá contigo. No dudo que habrá álbums mejor producidos, más novedosos y que aún nos esperan grandes cosas en 2014. Pero de momento ninguno lo he escuchado tanto como Louder. Al final bastaba con emocionarme.


And now I will start living today 
Today, today I close the door 
I got this new beginning and I will fly 
I’ll fly like a cannonball 
Like a cannonball 
Like a cannonball 
I’ll fly, I’ll fly, I’ll fly like a cannonball

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Judith Schalansky : Atlas de islas remotas

¿Qué te llevarías a una isla desierta? No se preguntaron eso los exploradores de las 50 islas que aparecen en este libro. Muchos llegaron a ellas por accidente y otros iban en busca de algo. Porque siempre buscas algo, incluso en la otra punta del mundo, o allí más que en ninguna otra parte. Fortuna, fama, conocimiento.


Decir que no encontraron nada sería injusto para las islas. Como mínimo, encontraron piedras. Y nuevas especies de animales y plantes. Y nueva gente. También encontraron por fin un sitio donde nadie les conocía y por eso algunos se quedaron a vivir en aquel pedazo de tierra, rodeados de mar.

Uno a uno, Judith Schalansky detalla con poesía sus motivos, sus descubrimientos, su soledad... Hay historias de misterio que darían para una novela: en medio del mar hubo un asesinato, un envenenamiento, un esqueleto y dos desaparecidos... Hay historias de daltonismos y tsunamis. De naufragios, de supervivientes. Y hay historias de superación, como la del hombre que proseguiría su búsqueda si le quedaran fuerzas. Se trata de abrir el atlas y dejar que te sorprenda, como hacías de niño en la biblioteca.


No son islas del tesoro, aunque cada ficha venga acompañada de un tentador mapa. Las aventuras de estos exploradores son mundanas y aun así te fascinan porque es muy posible que tú nunca pises los parajes que ellos pisaron. Pisarás otros, los tuyos, los que decida el azar y el dinero. Quién sabe, quizá algún día, alguien abra un atlas y te encuentre a ti. Y entonces se preguntará: ¿qué fue a buscar a esa isla suya?

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Her

Durante algunos años, yo fui Samantha. Eran los tiempos del IRC y todos chateábamos con todos, en busca de un amor que no llegaba. Horas gastadas en conocer al otro y, en cuanto la cosa no cuajaba, pasar a conocer al siguiente, esta vez con la lección aprendida. A cada flirteo éramos un poco menos inexpertos, sabíamos qué decir para agradar, para prolongar la conversación. Para conseguir la ansiada cita.


Ahí se rompía el hechizo. Y nos convertíamos sin remedio en el desdichado Theodore. Porque resulta que nadie es tan perfecto como esa imagen que, casi sin querer, construyes en tu cabeza. Los tecleos nocturnos de repente se convertían en palabras que no salían y cafés que se enfriaban. Aquellos píxeles donde tú habías descifrado un apuesto príncipe azul, cobraban vida: narices aguileñas, entradas más pronunciadas de lo previsto, ojos saltones...

Ah, pero mientras la ilusión duraba era tan divertido. Habías encontrado a tu alma gemela, nada menos. Y te hacía feliz y te sentías menos solo en el mundo. A veces, por diversión, jugabas a ser el alma gemela de otro. Recuerdo una noche de borrachera que con varios amigos nos dedicamos a chatear con un conocido de gustos peculiares. Construimos un personaje al que le gustaba lo mismo que a él y él, claro, alucinaba, por fin se creía comprendido. Bastó un fallo de conexión para no tener que romperle el corazón.


Dicen que Her vaticina nuestro futuro próximo, ese camino que estamos tomando, enganchados a las redes sociales para comunicarnos, a Grindr para follar. Pero yo creo que siempre hemos sido así. Siempre hemos necesitado sentirnos importantes y nos valemos de la fantasía para ello. Si el otro es perfecto y además nos hace caso, es que un poquito perfectos somos nosotros también, ¿no?

Quizá hoy en día la tecnología nos lo pone más fácil, pero ¿qué diferencia hay entre una relación con un sistema operativo y aquellas relaciones epistolares de hace siglos entre dos personas que jamás llegarían a consumar su amor? Sé que en el cine, todos soltamos un suspiro a la vez cuando Theodore y Samantha se declararon sus sentimientos. Todos hemos pasado por eso. Dices algo que no estás seguro de sentir todavía con la esperanza de que se materialice.


Her es maravillosa porque habla de nosotros. De nosotros ahora y siempre. De cómo vivimos el amor en sus primeras etapas cuando todo es perfecto. De cómo salimos a flote cuando, a punto de tirar la toalla, aparece alguien que le devuelve los rojos y azules y amarillos a nuestro día a día. Entonces ir a la oficina se convierte en fuente de alegría, los videojuegos quedan relegados en favor del sexo, emprendes proyectos aparcados, vas a la playa y te ríes como nunca te has reído. ¡Y cómo se ríe Joaquin Phoenix! Se habla mucho de la voz de Scarlett Johansson, pero él debería haber ganado todos los premios porque su felicidad colma la pantalla.

¿Hay amor tras la desvirtualización? No nos gusta que el otro no sea como habíamos imaginado, le achacamos que no encaje en el molde que le habíamos construido y eso siempre es terrible. Suerte que a veces también encuentras, más cerca de lo que temías, justo aquello a lo que aspiras. La confortable convivencia con alguien en cuyo hombro apoyar la cabeza. De noche, en silencio, enamorados sin tener que decirlo. Tras la descarga de hormonas, llega la feliz calma.

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Louder

Es mejor echarle morro. Lo vas aprendiendo sobre la marcha. Creías que era preferible la precaución. Dijiste que mejor que no viniera mucha gente a la fiesta: solo cabían 15 personas. Y vinieron justo esas: 15 y no más, y al verlas estuviste contento pero también supiste que querías más. Más para compartir y celebrar las cosas buenas. Como con la pasta, la cantidad exacta no la sabes hasta tenerla en el plato.


Es mejor echarle morro. Atreverte a pedir, a mostrar todo lo que puedes aportar. Te lanzas a la calle con la esperanza de que si alguien no te abre la puerta, lo hará el de al lado. Será por esa esperanza o por la sonrisa que usas a modo de chaleco antibalas, será por por lo que sea, pero al final no solo te abren la puerta. Te dan la bienvenida, te dan conversación, te dan nuevos hilos de los que seguir tirando.

Abrirse paso a gritos no está tan mal. Tú que no tenías voz ahora sostienes un megáfono. Y piensas utilizarlo. Antes de apretar el botón, bucearás en busca de las palabras correctas. Solo entonces apretarás y dirás, gritarás. Sí, es mejor echarle morro. Para que alguien te escuche y todos se enteren.

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Mark Daumail : Mistaken

Si Mistaken fuera un disco, sería de los mejores del año. Pero "solo" es un EP con 3 canciones y 3 remixes. Mark Daumail se lanza en solitario tras disolver Cocoon y de momento nos ofrece esto a modo de aperitivo de un disco que llegará más adelante. Habrá que armarse de paciencia.


Él, al menos, se muestra paciente en todos los temas. No tiene ninguna prisa. Confía que en esta aventura encontrará buenos frutos, tarden lo que tarden. Y sin una segunda voz entrelazándose con la suya, ahora Mark suena más fuerte y también más desnudo que nunca. No puedes echarte a nadar sin perder la ropa por el camino.

La canción Mistaken cuenta un aprendizaje. A cada segundo descubres nuevos sonidos igual que en el pasado fuiste descubriendo los pequeños pecados del otro. Cayeron las máscaras y los santos dejaron de serlo. Ahora ya da igual. Has madurado y puedes componer temas así de buenos. Crecen y crecen como lo haces tú.


Por su parte, Monsters es un espejo. Esas palabras que llegan en el momento justo. Quien las escribió no te conocía, pero las escribió para ti. No estás solo, otros han pasado por lo mismo y sobrevivieron como sobrevivirás tú. A veces podemos ser monstruos, sí: unos monstruos capaces de comerse el mundo. Y eso transmite la canción: una conquista. Cuando dejas de esconderte y pasas a la acción.


El resto del EP es un extra. Aunque se agradece que el viaje dure un poco más, a estas alturas lo importante ya está dicho. Próximo destino: la plenitud.